Hace poco más de un mes, era un mal
lunes, un tipo valiente –temerario dirán los que no se atreven- me dijo vente
conmigo al despacho. La pregunta tardó milisegundos en formularse en mi cabeza,
y no mucho más en verbalizarse: ¿qué hace un arqueólogo en un despacho de
abogados?¿levantar cadáveres?. Necesito alguien en quién confíe, que piense
desde fuera del ámbito del derecho y que me ayude a abrir nuevas líneas de
negocio en el despacho –dijo- y espetó ¿se te ocurre algo?. Oportunidad de oro.
Levantar cadáveres. Pero como Lázaro. El primero el propio abogado, ese ser
cuya sola evocación nos sugiere problemas y dinero. O sea que para empezar,
hagamos derecho para crecer –todo ese que no tiene que ver con los juzgados- y
vendámoslo por internet en lindos paquetes. En tu casa, en tu lengua, sin problemas.
Pero vayamos más allá, apliquemos,
empezando por nosotros mismos, el cambio de paradigma que tan buenos resultados
nos ha dado en otros ámbitos. Bajemos de los árboles, saltemos a la red. ¿Qué
es una organización?. ¿Qué imagen les viene a la cabeza al pensar en una
organización?. El organigrama de su empresa, ¿verdad?. Un árbol, es natural; nos
enseñaron a estudiar con esquemas de llaves: da orden y simetría a nuestras
ideas, nos ayuda a clasificar y aprehender nuestras verdades. Pero es mentira. Las
cosas son más complejas, y cambian rápido, se
nos escapan. Modernidad líquida han dicho los que saben. Una
organización, más allá de su misión, su estructura formal, su cultura interna o
su tamaño, es una red de personas que se comunican. La forma en que se
establecen las comunicaciones, viendo cada actor como un punto y cada acto de
comunicación como una arista que los une –sin prestar atención ahora al
contenido de las mismas- nos muestra una realidad cambiante que revienta
cualquier esquema preconcebido: autoridades informales a las que todo el mundo
acude, flujos de información fuera de los canales previstos, comunidades
ocultas; y todo ello a sesenta fotogramas por segundo y en HD4K. Imposible
gestionar el cambio blandiendo un organigrama envuelto en un nombramiento. Funciona
igual hacia fuera, con sus clientes, con sus proveedores. Son las redes, amigo.
¿Quiere ver qué está pasando?
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